Quede en esta nota expuesta la última pista sobre mi intención y paradero; suya es entera, junto con su acertijo majadero.
Untaba yo mi rebanada con amarillo recibo cuando vi su estela en la cercanía; no fueron justos los barrotes de mi jaula para osar reflejar semejante epifanía.
Incidió, incendió, incrementó mi suerte; infinito mi gozo al no haber besado aún a la muerte.
Entonaba a un músico cretense, con ceceo y seseo, y parecía aumentar mi deseo; de presentarme.
Radiante negro a gran altura, parecióme que había desbordado mi locura; ¿o fue bravura?
Osé pues dirigir mi vista, palabra, interés y atención; fue aparatoso hacerlo sentados en aquel rincón.
Bastó, aun así, tan solo una frase para vernos a la salida; no abrazarle entonces fue peor que una caída.
Estúpida estupidez que me amarraba, me retiene y me guiará siempre; espero no estrellarme al resolver esto que tengo pendiente.
Supondré su pregunta actual sobre el destinatario; ¿de quién diablos hablo?
Antes di breves detalles, mas pura paja; lo interesante es el acertijo que aquí casi acaba.
Reluciente es su sonrisa al entrecerrar los ojos y pensar; ¿qué narices quiere este preso contar?
Tiene por sello festividad de luto romana; es destinatario de este acertijo escrito con desgana.
Esto es todo, señor juez; ¿halló ya la mayúscula solución a mi insensatez?